
Una de las actividades que distingue a la pedagogía Waldorf de las demás propuestas educativas es, sin duda, la narración cotidiana que tiene lugar en los salones.
De igual forma en que, para cada grado, las actividades escolares han sido seleccionadas cuidadosamente en función de la etapa de desarrollo en la que se encuentran los niños, así la narración responde a un orden y congruencia determinados.
Las razones que sostienen este orden sugerido están muy lejos de ser meramente estéticas. Son las necesidades anímicas de la comprensión del mundo y la vida, así como las capacidades de entendimiento con las que cuentan los niños en las distintas etapas de su desarrollo las que orientan la selección y secuencia de las narraciones.
El temprano amor de los niños por los nobles príncipes y las bellas princesas de los cuentos de hadas, se transformará después en homenaje a los héroes mitológicos; y todavía después, en reverencia por los grandes hombres y mujeres de la historia, cuyas huellas desearán seguir.
Preescolar
Narraciones: Cuentos de hadas e historias de la naturaleza
Al preguntarnos por qué se cuentan cuentos de hadas en el preescolar, debemos buscar la respuesta en dos ámbitos: por un lado, hay que considerar las características que distinguen a los niños pequeños; y por otro, las cualidades de los cuentos, su origen y estructura.
Según la Antroposofía, cada persona recapitula en su desarrollo individual las etapas evolutivas de la civilización humana. Bajo esta perspectiva, la infancia temprana corresponde a las culturas más antiguas, en las que las personas tenían todavía una relación directa con el mundo divino o espiritual, y no necesitaban de intermediarios para experimentar ese mundo.
Los cuentos de hadas surgieron en ese remoto pasado, cuando el ser humano se experimentaba a sí mismo como parte del mundo, y se explicaba la realidad con los elementos a su alcance: las imágenes, en las que se conjugan la verdad y el sentimiento. Por ello, es correcto afirmar que las imágenes contenidas en los cuentos de hadas representan la explicación de los antiguos moradores de la Tierra ante lo que acontecía con el ser humano y la naturaleza.
Los niños pequeños (menores de siete años), viven unidos al mundo en un todo, su desarrollo los lleva poco a poco a tomar conciencia de su individualidad, situación que se vive con mayor intensidad entre los nueve y diez años. Dentro de esta conciencia extensa, las imágenes de los cuentos de hadas guardan en su interior la esencia del hombre y acompañan a los niños en su desarrollo, le enseñan aspectos morales y le hablan acerca de la verdad, y en este sentido, los niños también necesitan aprender a permitir que sea su conciencia la que les guíe, algo que no es de ninguna manera un proceso de un día para otro.
La consciencia del aspecto moral de la propia conducta, junto a la inclinación hacia lo correcto frente a lo incorrecto, es uno de los más importantes resultados de una educación verdaderamente integral. Las “ficciones” de los cuentos son una ayuda maravillosa en este proceso a lo largo de la infancia.
Freud afirmó que el hombre sólo logra extraer sentido a su existencia luchando valientemente contra lo que parecen abrumadoras fuerzas superiores. Este es precisamente el mensaje que los cuentos de hadas transmiten a los niños, de diversas maneras: que la lucha contra las serias dificultades de la vida es inevitable, es parte intrínseca de la existencia humana; pero si uno no huye, sino que se enfrenta a las privaciones inesperadas y a menudo injustas, llega a dominar todos los obstáculos alzándose, al fin, victorioso.
Los cuentos de hadas enfrentan debidamente al niño con los conflictos humanos básicos, suelen plantear, de modo breve y conciso, un problema existencial. Esto permite al niño atacar los problemas en su forma esencial, cuando una trama compleja le haga confundir las cosas. El cuento de hadas simplifica cualquier situación. Los personajes están muy bien definidos y los detalles, excepto los más importantes, quedan suprimidos. Todas las figuras son arquetipos.
La polarización domina la mente del niño y también está presente en los cuentos. Los personajes no son ambivalentes. Un personaje es bueno o es malo, pero nunca ambas cosas a la vez. Un hermano es tonto y el otro listo. Una hermana es honrada y trabajadora, mientras que las otras son malvadas y perezosas. Una es hermosa y las demás son feas. Un progenitor es muy bueno, pero el otro es perverso. La yuxtaposición de personajes con rasgos tan opuestos no tiene la finalidad de provocar una conducta adecuada. Al presentar al niño caracteres totalmente opuestos, se le ayuda a comprender más fácilmente la diferencia entre ambos, cosa que no podría realizar si dichos personajes representaran fielmente la vida real, con todas las complejidades que caracterizan a los seres reales. Las ambigüedades no deben plantearse hasta que no se haya establecido una personalidad relativamente firme sobre la base de identificaciones positivas. Es hasta ese momento que el niño tiene ya una base que le permite comprender que existen grandes diferencias entre la gente, y que, por este mismo motivo, está obligado a elegir qué tipo de persona quiere ser. Las polarizaciones de los cuentos de hadas proporcionan esta decisión básica sobre la que se constituirá todo el desarrollo posterior de la personalidad.
Además, las elecciones de un niño se basan más en quién provoca su simpatía o su antipatía que en lo que está bien o está mal. Cuanto más simple y honrado es un personaje, más fácil le resulta al niño identificarse con él y rechazar al malo. El niño no se identifica con el héroe bueno por su bondad, sino porque la condición de héroe le atrae profunda y positivamente. Para el niño la pregunta no es ¿quiero ser bueno?, sino ¿a quién quiero parecerme?.
Decide esto al proyectarse a sí mismo nada menos que en uno de los protagonistas. Si este personaje fantástico resulta ser una persona muy buena, entonces el niño decide que también quiere ser bueno.
Los profundos conflictos internos que se originan en nuestros impulsos primarios y violentas emociones están ausentes en gran parte de la literatura infantil moderna; y de este modo no se ayuda en absoluto al niño a que pueda vencerlos. El pequeño está sujeto a sentimientos desesperados de soledad y aislamiento; y, a menudo, experimenta una gran angustia. Generalmente es incapaz de expresar en palabras esos sentimientos, y tan sólo puede sugerirlos indirectamente: miedo a la oscuridad, a algún animal, angustia respecto a su propio cuerpo. Por el contrario, los cuentos de hadas se toman muy en serio estos problemas y angustias existenciales y hacen hincapié en ellas directamente: la necesidad de ser amado y el temor a que se crea que uno es despreciable; el amor a la vida y el miedo a la muerte. Además, dichas historias ofrecen soluciones que están al alcance del nivel de comprensión del niño.
Por ejemplo, los cuentos de hadas plantean el dilema del deseo de vivir eternamente concluyendo, en ocasiones, de este modo: Y si no han muerto, todavía están vivos, o este otro final: Y a partir de entonces vivieron felices para siempre, no engaña al niño haciéndole creer, aunque sólo sea por unos momentos, que es posible vivir eternamente. Esto indica que lo único que puede ayudarnos a obtener un estímulo a partir de los estrechos límites de nuestra existencia en este mundo es la formación de un vínculo realmente satisfactorio con otra persona. Estos relatos muestran que cuando uno ha logrado esto, ha alcanzado ya el fundamento de la seguridad emocional de la existencia y permanencia de la relación adecuada para el hombre; y sólo así puede disiparse el miedo a la muerte. Los cuentos de hadas nos dicen, también, que si uno ha encontrado ya el verdadero amor adulto, no tiene necesidad de buscar la vida eterna. Vemos un ejemplo de ello en otro final típico de los cuentos de hadas: Y vivieron, durante largo tiempo, felices y contentos.
Este tipo de cuentos está orientado de cara al futuro y ayuda al niño (de un modo que éste puede comprender, tanto consciente como inconscientemente) a renunciar a sus deseos infantiles de dependencia y a alcanzar una existencia independiente más satisfactoria.
Hoy en día los niños no crecen ya dentro de los límites de seguridad que ofrece una extensa familia o una comunidad perfectamente integrada. Por ello es importante, incluso más que en la época en que se inventaron los cuentos de hadas, proporcionar al niño actual imágenes de héroes que deben surgir al mundo real por sí mismos y que, aun ignorando originalmente las cosas fundamentales, encuentren en el mundo un lugar seguro, siguiendo su camino con una profunda confianza interior.
El héroe de los cuentos avanza solo durante algún tiempo, del mismo modo que el niño de hoy en día, que se siente aislado. El hecho de estar en contacto con los objetos más primitivos (un árbol, un animal, la naturaleza) sirve de ayuda al héroe, de la misma manera que el niño se siente más cerca de estas cosas de lo que lo están los adultos. El destino de estos héroes convence al niño de que, como ellos, puede encontrarse perdido y abandonado en el mundo, andando a tientas en medio de la oscuridad; pero, como ellos, su vida irá siendo guiada paso a paso y recibirá ayuda en el momento oportuno. Actualmente, y más que nunca, el niño necesita la seguridad que le ofrece la imagen del hombre solitario que, sin embargo, es capaz de obtener relaciones satisfactorias y llenas de sentido con el mundo que le rodea.
Al mismo tiempo que divierte al niño, el cuento de hadas le ayuda a comprenderse y alienta el desarrollo de su personalidad.
Le brinda significados a diferentes niveles y enriquece la existencia del niño de tan distintas maneras, que no hay libro que pueda hacer justicia a la gran cantidad y diversidad de contribuciones que dichas historias dan a la vida del niño.
Los cuentos de hadas son únicos, y no sólo por su forma literaria, sino también como obras de arte totalmente comprensibles para el niño, cosa que ninguna otra forma de arte es capaz de conseguir. Como en todas las grandes artes, el significado más profundo de este tipo de cuentos será distinto para cada persona, e incluso para la misma persona en diferentes momentos de su vida. Asimismo, el niño obtendrá un significado distinto de la misma historia según su temperamento, sus intereses y necesidades del momento. Si se le ofrece la oportunidad, recurrirá a la misma historia cuando esté preparado para ampliar los viejos significados o para sustituirlos por otros nuevos.
He aquí el por qué debemos tomar en cuenta la importancia sanadora de repetir un cuento varias veces (incluso muchas, muchas veces) a los niños pequeños. Esta importancia no debe ser infravalorada. En los niños produce un cálido sentimiento de regocijo el saber lo que viene después. La cualidad rítmica de la repetición y de los versos hace que el niño disfrute porque le resulta familiar y porque puede anticiparse. Los niños lo saben de forma intuitiva y piden el mismo cuento, contado de la misma forma, otra y otra vez. Esto no es tan diferente de lo que sucede cuando los adultos disfrutamos escuchar una y otra vez nuestra pieza de música favorita, sin que cambie ni una nota.
El valor de la coherencia y la repetición, como opuestos a la constante sobre estimulación y al cambio continuo, se comprende, cada vez más, como algo de vital importancia para el desarrollo saludable del niño pequeño. El ritmo y la repetición, tanto en la vida cotidiana como en los cuentos, ayudan a los niños en los siguientes aspectos:
- Recordando los ritmos cósmicos y la continuidad de la vida.
- Proporcionando confianza y seguridad al saber qué es lo que viene a continuación.
- Desarrollando la memoria y las habilidades para la concentración.
- Desarrollando un sentido de lo musical (especialmente cuando hay rimas con repetición).
- Creando habilidades lingüísticas.
Finalmente, es muy importante no moralizar a partir de los cuentos, no debemos explicar a los niños el significado de lo que sucede en las historias, y a pesar de que existan personajes con oscuras intenciones a los que puede favorecerles temporalmente la fortuna, lo esencial es que el final sea feliz y lleno de esperanza. El bien que triunfa sobre el mal es un tema muy arraigado en los cuentos populares y en los cuentos de hadas, y los niños del mundo entero necesitan escuchar este mensaje.
Deje libre al que escucha, para llegar a sus propias conclusiones.
¡Confíe en el poder del cuento!